13 de marzo de 2011

Silencio



Un silencio sepulcral inundaba la pequeña sala, era palpable y tan agobiante, que uno se volvía loco de desesperación. Todos se volvían locos allí, sin excepciones.

Un pequeño insecto apareció, muchos podrían decir que hasta escuchaban sus pasos, la manera en como se frotaba las patas y el sonido del aire que pasa por sus alas al volar. Quizás sería verdad o no, quien sabe. Ellos solo dicen eso con la mirada, porque nadie absolutamente nadie puede hablar en aquel absurdo lugar.

Todos estaban desnudos, mujeres y hombres por igual, mirándose sin lujuria ni vergüenza, ya estaban acostumbrados a su desnudez, el ver como hacían sus necesidades en un balde negro a un metro de distancia, el ver cómo los nuevos no podían estar dos días sin hablar y por lo tanto venían ellos, los que no pueden ser mirados, a llevárselos a donde sólo sabe dios para que no vuelvan nunca más a ese lugar.

Lo mejor de ahí eran los insectos, era un tema para mirarse con intensidad cuando hacían algo intrépido, o sonreír cuando una se apoyaba en alguno de ellos, haciéndoles cosquillas y hablándoles, aunque ellos no podían responder, ya que debían hacer silencio.

Silencio. Que palabra confusa, algunos darían cualquier cosa para tener unos segundos de ella para no volverse loco y otros se vuelven locos al tenerla. Al final uno se vuelve loco de todos modos, o en realidad todos estamos locos, pero los que tuvieron la posibilidad de tenerla en exceso volvieron a la normalidad y nosotros pensamos lo contrario. Todos estamos locos. Y más en aquel lugar.

En un momento se abrió una puerta, y apareció el que no se puede mirar. Todos miraron al piso en señar de respeto. Sólo se escuchaba una voz, de un nuevo.

- ¡Dame la ropa!, ¿qué hago acá? ¡quiero volver a mi casa!- gritaba sin parar, con tal fuerza que estaba agitado y su voz salía entrecortada.

Se cerró la puerta y todos lo miraron. Él intentó ocultar sus partes íntimas con las manos pero al ver su nerviosismo, unas cuantas manos hicieron un saludo, y otros directamente lo miraron con una débil sonrisa.

- ¿quiénes son?- les preguntó, al acto seguido le hicieron señas para que se callara, nos miró confundido y comenzó a alterarse -¿por qué están todos callados? Ellos no nos pueden sacar el derecho de hablar- una mujer valiente se le acercó como pudo al tener las piernas entumecidas y le apoyó un sucio dedo en los labios, invitándole a que se callara, luego le agarró la mano para que se sentara con ellos, a observar los insectos.

Pero le corrió la mano de un golpe que la hizo tambalear, para luego comenzar a gritar de nuevo que quería salir. Golpeó la puerta, lloró desconsoladamente y de rabia al ver que sus compañeros intentaban pararlo y no lo apoyaban para salir como él. Comenzó a pegarle a aquellos locos con nerviosismo al no entenderlos. Gritó mucho más, hasta que la puerta se abrió. Todos se sentaron con la mirada clavada en una mosca que caminaba lentamente indiferente a lo que estaba sucediendo, excepto una persona, el nuevo. Él gritó aliviado al ver que te abrían la puerta, pero cuando reparó en quien era se calló. Solo se escuchó un portazo y el sollozo de súplicas por parte del nuevo. Todos se miraron al entender que a él también lo perdieron, no tendrían uno nuevo.

Y con aquel mismo silencio, todos volvieron a ver y escuchar a aquella mosca, que ahora volaba sobre ellos.

Ana

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